14 ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis
padres dieron al anatema pudo librar a su pueblo de mi mano? ¿Es
que
vuestro Dios podrá libraros de mi mano?
15 Ahora, pues, que no os engañe Ezequías ni os embauque de esa
manera. No le creáis; ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino ha
podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres, ¡cuánto
menos podrá vuestro Dios libraros a vosotros de mi mano!»
16 Sus siervos dijeron todavía más cosas contra Yahveh Dios y contra
Ezequías su siervo.
17 Escribió además cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel,
hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de
otros países no han salvado a sus pueblos de mi mano, así tampoco el Dios
de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.»
18 Los enviados gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de
Jerusalén, que estaba sobre el muro, para atemorizarlos y asustarlos,
y
poder conquistar la ciudad,
19 y hablando del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos
de la tierra, que son obra de manos de hombre.